lunes, 26 de agosto de 2013

La carta de vinos

Una carta de vino no tiene que ser un ladrillo con miles de vinos estrafalarios y exóticos, tampoco una hoja de papel con cuatro garabatos. Cada carta tiene su fin y cometido, debe ser pensada no sólo en función del lugar que representa y vende, sino también debe contener lo necesario para sonsacar no sólo la curiosidad, sino también la generosidad del cliente.

He ido a muchos restaurantes, desde sencillos a los caros, donde a pesar de tener unos locales impresionantes tienen una pésima carta de vinos. La causa casi siempre se debe a que los restaurantes se cazan con algunos proveedores y otras veces al desconocimiento. Es lamentable que tampoco apelen a la intuición y al trabajo en equipo, sentar al equipo y hacerlos probar varios vinos, invitarlos a maridar y dejar que expresen sus opiniones puede ser muy productivo y útil.

Normalmente una carta básica de vinos está ubicada entre las bebidas y los postres. Clasifica los vinos en tintos, blancos y rosados, espumosos y dulces. Muy pocos son capaces de clasificarlos por tipos de platos, sugerir el maridaje. Otros los clasifican por D.O. y organizan según el precio. En fin, que las cartas se han convertido en algo frío y muerto que no ayuda ni a vender, ni a representar la marca del local y es imperdonable en un país donde el vino es una religión y existe una variedad casi infinita.
Desde una simple hamburguesa hasta el pica pica más elegante son dignos de vinos que no tienen que ser ni caros, ni un mata ratas. El mercado es tan flexible y hay tanta producción que pueden ser muy variadas las cartas. Si los dueños y responsables de los establecimientos se dieran cuenta de la importancia de una carta, concreta y útil, sencilla y fácil de entender, ayudarían a que el cliente disfrutara más cada experiencia gastronómica y liberara su bolsillo de cualquier atadura a la hora de elegir.